En el mundo social moderno las presentaciones de cara al público se han convertido en una de las acciones más comunes a todos los niveles, no solo desde el punto de vista profesional. Cada día son más las personas que se deben dirigir a otras disertando sobre un tema en particular. En una palabra se está comunicando.

Quizás lo primero que debamos tener en cuenta es definir el vocablo “presentación”. Cogido en la más extensa expresión deberíamos considerar que cualquier acto de comunicación humana se puede considerar así; aquello que realiza una persona ante una audiencia con un objetivo concreto y con un propósito concreto se puede definir como presentación. La audiencia a quién va dirigida puede ser más o menos numerosa, estar in situ o a miles de kilómetros de distancia aprovechando los nuevos medios digitales,…

Sin embargo, sobre todos a nivel profesional de negocios o empresas, se considera que las presentaciones son aburridas, inútiles, complicadas de entender, en muchas ocasiones se consideran una pérdida de tiempo. La gran mayoría de ellas van acompañadas de herramientas informáticas, tales como Powerpoint o Pfizer, para ganar vistosidad en la misma, pero no logran el objetivo esencial de toda presentación: hacer que se produzca un cambio en los que la escuchan. Y ello es debido, según los grandes expertos en la materia, en que la mayoría de las presentaciones están pensadas y realizadas en beneficio del que presenta, y no en el de la audiencia.

Esto de no pensar en la audiencia lleva cometer errores que la lleva a considerar las presentaciones como una pérdida de tiempo. Por eso, el orador debe hacerse preguntas del tipo: ¿por qué están aquí? ¿qué esperan? ¿están voluntariamente o por obligación? ¿qué puedo ofrecer como orador que les satisfaga? Todo ello para buscar que la audiencia tenga interés en lo que se escucha.

No se trata de que acepten la propuesta que escuchan sin más, se trata de lograr un cambio aunque sea mínimo y por supuesto positivo, en lo que la audiencia a nivel individual piensa o hace. Puede parecer utópico o ambicioso, pero si nada va a cambiar, aunque sea mínimamente en los que escuchan ¿para qué ha servido la presentación? La audiencia tiene que estar motivada y atenta a lo que observa desde el primer instante y hacer lo posible que se mantenga expectante hasta el final. No es difícil escuchar a la salida de una charla o presentación la opinión de que las diapositivas eran muy llamativas o coloridas, pero luego se pregunta sobre lo escuchado y se encuentra la respuesta: “la verdad no me acuerdo de nada”.

Hablar en público ante una audiencia es una responsabilidad y como tal hay que practicar y entrenar. Según estudios rigurosos, pueden provocar bloqueos y oleadas de pánico, hay personas que dominan una materia totalmente pero luego en el momento de presentarla ante un público determinado se quedan en blanco. Esto es ocurrente en las presentaciones ante un tribunal. No olvidar que la audiencia no tiene la misma personalidad que el orador y el saber adaptarse a la misma es esencial para lograr el éxito.

Es importante que en la próxima ocasión en que tengamos que dirigirnos a otras personas no olvidemos estos pequeños detalles.

Jesús Pérez Santos

Coach